Bueno, espero que puedan conectarse con la experiencia que

viví, a través del breve relato que les haré a continuación.

Mi nombre es Ruth Ojeda, tengo 39 años, soy de Pilar-Paraguay.

Actualmente, maestra del 6º grado en la Escuela República Oriental del Uruguay; una escuela pública de doble modalidad.

En la vida tenemos dos opciones, construir hermosos sueños y salir a cumplirlos, al acceder a esta beca denominada “Docentes con Causa”, cumplí uno de mis sueños.

Me enteré del programa a través del grupo de voluntarios, en donde soy consejera; leí la información, los requisitos y sin meditarlo demasiado completé el formulario. 

A mediados de junio más o menos recibí la gran noticia de que me otorgaron la beca, en octubre de 2019 fui a la ciudad de Copiapó, Región de Atacama, Chile; donde me acogió una familia super afectuosa, los “Rojas Robles”, personas increíbles que ayudaron a que mi estadía en Copiapó fuese única. 

Desde que llegué a Chile me hablaron de los terremotos, de cómo debía reaccionar en caso de encontrarme sola y que debía hacer, pero lo más curioso es que ni una sola vez sentí movimiento alguno, por lo que el último día que iba a asistir al colegio realizaron un simulacro para que vivenciara su organización, y que reconociera que cada uno de ellos tenía una tarea designada que debían cumplir para que todos estuvieran a salvo o para saber si alguno necesitaba ayuda.

El Colegio Particular Subvencionado San Agustín de Atacama, fue el colegio en donde viví la mayor parte de mi experiencia educativa, aunque visité también otras escuelas de la zona. San Agustín de Atacama tiene cerca de 600 alumnos desde el 7º grado hasta el 4º Medio, con 33 profesores permanentes, donde los alumnos son los que van rotando de sala en sala, primera diferencia que encontré, ya que en nuestro país son los profesores los que rotan, así es que la cantidad de profesores es mucho mayor en cada institución.

Conocí una escuela especial, quedé fascinada con ella, pues allí profesionales en cada ramo ayudan a los alumnos con necesidades específicas de apoyo educativo; es decir; para enseñar allí, además del profesorado tendría que especializarme en algún área, Braille, lenguaje de señas, etcétera para poder potenciar al máximo el aprendizaje de dichos alumnos, cosa que de repente a nosotros nos falta académicamente hablando.

Copiapó es una ciudad hermosa, limpia, en el paseo de sus calles no tienen pasto natural, sino el sintético porque en Copiapó no llueve, es que es el desierto, por eso no tienen plantas que adornen el paisaje; está rodeada de montañas, que justamente son el alma del atractivo más imponente que uno tiene a simple vista al llegar allí, en el 2015 tuvieron una gran tormenta, al que se referían como el aluvión y en el 2017 otra muy parecida que fue la última lluvia que tuvieron. Fue noticia mundial en el 2010 cuando unos 33 mineros habían quedado atrapados, dicho sea de paso, conocí las minas y al minero Número 11, el señor Jorge Galleguillo.

 Su gente está muy comprometida a cuidar el medio ambiente; en una tarde de té con amigos o como dicen ellos “onces”, hablan de reciclado o de lugares cero habilitados; que causó en mí un sentimiento de envidia sana, pensando en que algún día los paraguayos pudiéramos cuidar por lo menos el pedacito de espacio que nos rodea.

Una de las cualidades que definitivamente define al chileno es la organización, ya lo dije anteriormente, pero en verdad la seguridad que yo sentí al saber que desde que llegué hasta que subí al avión para mi regreso, había alguien que estaba pendiente de mí. Las señoras del comité AFS de Copiapó son unas damas excepcionales, me hicieron pasar tardes de risas, hasta que los cachetes se cansaran, las sentí mis amigas de toda la vida, amorosísimas ellas.

Tengo tantas anécdotas que compartir, todas tienen que ver con terremotos aunque irónicamente no sentí ningún temblor; un miércoles durante una reunión en la sala de profesores se sintió un ruido fuerte y yo sentí que tembló el lugar, en fracción de segundos me dije bueno ahí está de lo que tanto me hablaban y me levanté como para salir a correr tipo Forrest Gump, miré alrededor pero ningún profesor hizo el mínimo movimiento, pero sí todos me miraron y con una sonrisa en el rostro uno de ellos me dijo: “tranquila profe, es el carrito de computadores que está pasando en el piso de arriba” y me sonrojé, y todos terminamos riéndonos de mí, obvio.

Si tendría que destacar un aprendizaje de esta experiencia diría, que volví con ganas de exigirme mucho más y a otro nivel como profesional, a sabiendas de que lo que haga o deje de hacer impacta positiva y negativamente en la vida de los demás, en mi caso en la de mis niños, y es mi compromiso como maestra ayudar a potenciar sus habilidades desde el lugar donde me encuentre y de la mejor manera posible.

Un mensaje que quiero compartir con mis colegas docentes, es que se animen a vivir una experiencia semejante a la mía, el hecho de moverte de tu lugar de confort, te lleva a conocerte como persona y como profesional, a vencer desafíos que tal vez nunca los habías imaginado, y a aprender de personas y culturas totalmente diferentes a la que conocemos y estamos acostumbrados.

Quiero agradecer a Dios, a mi familia y especialmente a AFS por la oportunidad que tuve de intercambio.

Espero que mi historia te haya gustado porque como les dije a mis amigos de Copiapó, “Aháta aju”